jueves, 21 de noviembre de 2019

(8A) Alejandro el Magno: Parte I


REY DE MACEDONIA
Parte Primera (1 de 8)

Alejandro III de Macedonia (Pela, Grecia; 20 o 21 de julio de 356 a. C. - Babilonia; 10 o 13 de junio de 323 a. C.), más conocido como Alejandro Magno (griego: Μέγας Αλέξανδρος, romanización: Mégas Aléxandros) o Alejandro el Grande, fue rey de Macedonia (desde 336 a. C.), Hegemón de Grecia, Faraón de Egipto (332 a. C), Gran rey de Media y Persia (331 a. C), hasta la fecha de su muerte.

Hijo y sucesor de Olimpia de Epiro y Filipo II de Macedonia, su padre, quien lo preparó para reinar, proporcionándole una experiencia militar y encomendando a Aristóteles su formación intelectual. Su ascenso al trono no fue fácil, su padre lo exilió junto a su madre por considerarlo un hijo adúltero. Su madre se exilió en Epiro y las amistades de Alejandro también fueron exiliadas por una posible conspiración. Filipo muere asesinado, y Alejandro se hace del poder, eliminando adversarios que pudiesen reclamar el trono.
Alejandro Magno dedicó los primeros años de su reinado a imponer su autoridad sobre los pueblos sometidos a Macedonia, que habían aprovechado la muerte de Filipo para rebelarse. Como hegemón de toda Grecia en concepto de sucesor de su padre, continuó el plan que habían aprobado las polis griegas: conquistar el vasto imperio de Persia, para vengar todos los daños que les habían causado a los griegos por siglos, incluyendo la recuperación de todas las ciudades costeras de Asia Menor e islas del mar Egeo. Preparó un ejército de aliados griegos (mayormente macedonios) y en el año 334 a. C. se lanzó con su pequeño ejército, de apenas 40 000 hombres, contra el poderoso Imperio persa: una guerra de venganza de los griegos —bajo el liderazgo de Macedonia— contra los persas.

En su reinado de trece años, cambió por completo la estructura política y cultural de la zona, al conquistar el Imperio aqueménida y dar inicio a una época de extraordinario intercambio cultural, en la que los griegos se expandieron por los ámbitos mediterráneo y próximoriental. Es el llamado Período helenístico (323 a. C.-30 a. C.) Tanto es así, que sus hazañas lo han convertido en un mito y, en algunos momentos, en casi una figura divina, posiblemente por la profunda religiosidad que manifestó a lo largo de su vida.



Tras consolidar la frontera de los Balcanes y la hegemonía macedonia sobre las ciudades-estado de la antigua Grecia, poniendo fin a la rebelión que se produjo tras la muerte de su padre, Alejandro cruzó el Helesponto hacia Asia Menor (334 a. C.) y comenzó la conquista del Imperio persa, regido por Darío III. Victorioso en las batallas del Gránico (334 a. C.), Issos(333 a. C.), Gaugamela (331 a. C.) y de la Puerta Persa (330 a. C.), se hizo con un dominio que se extendía por la Hélade, Egipto, Anatolia, Oriente Próximo y Asia Central, hasta los ríos Indo y Oxus. Habiendo avanzado hasta la India, donde derrotó al rey Poro en la batalla del Hidaspes (326 a. C.), la negativa de sus tropas a continuar hacia Oriente le obligó a retornar a Babilonia, donde falleció sin completar sus planes de conquista de la península arábiga. Con la llamada «política de fusión», Alejandro promovió la integración de los pueblos sometidos a la dominación macedonia promoviendo su incorporación al ejército y favoreciendo los matrimonios mixtos. Él mismo se casó con dos mujeres persas de noble cuna.

En sus treinta y dos años de vida, su Imperio se extendió desde Grecia, hasta el valle del Indopor el Este y hasta Egipto por el Oeste, donde fundó la ciudad de Alejandría (hoy Al-ʼIskandariya, الاسكندرية). Fundador prolífico de ciudades, esta ciudad egipcia habría de ser con mucho la más famosa de todas las Alejandrías fundadas por el también faraón Alejandro. De las setenta ciudades que fundó, cincuenta de ellas llevaban su nombre.
El conquistador macedonio falleció en circunstancias oscuras. Los escritos más antiguos dejan clara evidencia de una muerte lenta producto de un envenenamiento, dejando un imperio sin consolidar. El control sobre diversas regiones era débil en el mejor de los casos, y había regiones del norte de Asia Menor que jamás se hallaron bajo dominio macedonio. Al morir sin nombrar claramente un heredero, le sucedió su medio hermano Filipo III Arrideo (323-317 a. C.), que era una persona con discapacidad intelectual, y su hijo póstumo Alejandro IV (323-309 a. C.). El verdadero poder estuvo en manos de sus generales, los llamados diádocos (sucesores), que iniciaron una lucha despiadada por la supremacía que conduciría al reparto del imperio de Alejandro y su fraccionamiento en una serie de reinos, entre los cuales acabarían imponiéndose el Egipto Ptolemaico, el Imperio seléucida y la Macedonia antigónida.



Alejandro es el mayor de los iconos culturales de la Antigüedad, ensalzado como el más heroico de los grandes conquistadores. Un segundo Aquiles («soldado y semidiós»), para los griegos su héroe nacional y libertador, o vilipendiado como un tirano megalómano que destruyó la estabilidad creada por los persas. Su figura y legado han estado presentes en la historia y la cultura, tanto de Occidente como de Oriente, a lo largo de más de dos milenios y ha inspirado a los grandes conquistadores de todos los tiempos, desde Julio César hasta Napoleón Bonaparte.

BIOGRAFÍA

Hijo de Filipo II, rey de Macedonia (dinastía de los Argéadas), y de Olimpia, hija de Neoptólemo I de Epiro, según Plutarco, el día de su nacimiento se tuvo noticia en la capital de tres triunfos: el del general Parmenión frente a los ilirios, la victoria del sitio a una ciudad portuaria por su padre y la victoria del carro del rey en competición, que fueron considerados increíbles augurios en aquel tiempo,[6] aunque quizá fueran meras invenciones posteriores creadas bajo la aureola de grandeza de este personaje.
Existen dudas sobre la paternidad de Filipo sobre Alejandro, ya que hay otras dos versiones. Plutarco refiere que su madre Olimpia antes de quedar encinta soñó que un rayo caía sobre su vientre y que Filipo vio en un sueño que el abdomen de su esposa estaba sellado con el rostro de un león,por lo cual la acusó de adulterio.
En tanto, Pseudo Calístenes narra que la vinculación de Alejandro con el dios Amón y la posterior visita al oráculo está relacionada con su verdadero padre, el faraón egipcio Nectanebo II, quien huyera a Grecia al ser invadido su país nuevamente por los persas. Según la leyenda, Nectanebo II fue recibido en la corte de Filipo como un «mago».
Personificado como el dios Amón, convenció a Olimpia de engendrar un hijo que pusiera a salvo a las dos naciones, a lo cual ella accedió. Se mantuvo varios años en la corte, hasta que murió en una caminata nocturna junto a «su hijo». Alejandro, según Calístenes, supo que su verdadero padre era Nectanebo II esa misma noche, razón por la que, descreyendo de él, lo empujó a un pozo y murió.
Esta leyenda se basa en el hecho de que los sacerdotes egipcios del oráculo de Amón en Siwa, lo saludaron como hijo de aquel dios, un título que implicaba reconocerlo como faraón.



CARACTERÍSTICAS FÍSICAS

Alejandro Magno tenía el hábito de inclinar ligeramente la cabeza sobre el hombro derecho, era físicamente de hermosa presencia, de baja estatura (1,65 m), cutis blanco, la nariz algo curva inclinada a la izquierda, cabello semiondulado de color castaño claro, con un estilo de cabello denominado anastole («dentro del espíritu») y ojos heterócromos (el izquierdo marrón, y el derecho gris), se desconoce si eran así de nacimiento o como consecuencia de un traumatismo craneal. Plutarco y Calístenes citan que poseía un aroma físico agradable naturalmente, a lo que ellos llamaban «buen humor». Por descripciones de Plutarco, normalmente antes de dar batalla, Alejandro lanzaba un dardo hacia el cielo (Zeus) con la mano izquierda, como también se aprecian en algunas de sus esculturas, se lo ve portando objetos con el mismo brazo, por lo que sería aceptable afirmar que era zurdo.



EDUCACIÓN

Su educación fue inicialmente dirigida por Leónidas, un austero y estricto maestro macedonio que daba clases a los hijos de la más alta nobleza, que lo inició en el ejercicio corporal pero también se encargó de su educación. Lisímaco, un profesor de letras bastante más amable, se ganó el cariño del Magno llamándole Aquiles, y a su padre, Peleo. Sabía de memoria los poemas homéricos y todas las noches colocaba la Ilíada debajo de su cama. También leyó con avidez a Heródoto y a Píndaro.
Se cuentan numerosas anécdotas de su niñez, siendo la más referida aquella que narra Plutarco: Filipo II había comprado un gran caballo al que nadie conseguía montar ni domar. Alejandro, aun siendo un niño, se dio cuenta de que el caballo se asustaba de su propia sombra y lo montó dirigiendo su vista hacia el Sol. Tras domar a Bucéfalo, su caballo, su padre le dijo: «Búscate otro reino, hijo, pues Macedonia no es lo suficientemente grande para ti».

Alejandro y Aristóteles: El notable filósofo se ocupó de la formación intelectual y académica de Alejandro durante 5 años.



Según coinciden algunos historiadores antiguos, especialmente Calístenes, quien narra la participación de Alejandro en su adolescencia de los Juegos Olímpicos (a petición de Filipo), en la cual obtuvo victorias en competencias de carros.
A los trece años fue puesto bajo la tutela de Aristóteles, el filósofo que más influyó en la filosofía y las ciencias. Durante cinco años sería su maestro, en un retiro de la ciudad macedonia de Mieza. Aristóteles le daría una amplia formación intelectual y científica en las ramas que este abordó, como filosofía, lógica, retórica, metafísica, estética, ética, política, biología, y otras tantas áreas.
Muy pronto (340 a. C.) su padre lo asoció a tareas del gobierno nombrándolo regente, a pesar de su juventud. Recibía personalmente a los enviados persas, deseosos de que Macedonia pagase los altos tributos exigidos por Darío. Les conversaba amablemente, y así obtenía información, acerca de las travesías de rutas tierra-mar, la preparación del ejército persa, valioso para las acciones que desarrolló en el futuro. En el 338 a. C. dirigió la caballería macedónica en la batalla de Queronea, siendo nombrado gobernador de Tracia ese mismo año. Desde pequeño, Alejandro demostró las características más destacadas de su personalidad: activo, enérgico, sensible y ambicioso. Es por eso que, a pesar de tener apenas 16 años, se vio obligado a repeler una insurrección armada. Se afirma que Aristóteles le aconsejó esperar para participar en batallas, pero Alejandro le respondió: «Si espero, perderé la audacia de la juventud».
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Fin de la Primera Parte (8A)

Fuentes: Wikipedia, Afm Elierf, culturaclasica.com

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