jueves, 21 de noviembre de 2019

(8H) Alejandro el Magno: Parte VIII


CAUSAS DE LA MUERTE

La teoría del envenenamiento deriva de la historia que sostenían en la antigüedad Justino y Curcio. Según ellos, Casandro, hijo de Antípatro, regente de Grecia, transportó el veneno a Babilonia con una mula, y el copero real de Alejandro, Yolas, hermano de Casandro y amante de Medio de Larisa, se lo administró. Muchos tenían razones de peso para deshacerse de Alejandro. Las sustancias mortales que podrían haber matado a Alejandro en una o más dosis incluyen el heléboro y la estricnina. Según el historiador Robin Lane Fox, el argumento más fuerte contra la teoría del envenenamiento es el hecho de que pasaron doce días entre el comienzo de la enfermedad y su muerte y en el mundo antiguo no había, con casi toda probabilidad, venenos que tuvieran efectos de tan larga duración.
Una de la hipótesis posibles es que sufrió una pancreatitis aguda, ya que los síntomas que sufrió, según explican los autores clásicos, encajan con los propios de esa enfermedad.

En 1865 el médico francés Émile Littré publicó el libro La Verité sur la mort d'Alexandre le Grand en el que basándose en el diario del secretario del rey concluyó que había muerto a causa del un mal tratamiento de una crisis de paludismo. En 2018 la doctora Katherine Hall, de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda), afirmó que Alejandro habría muerto a causa del síndrome de Guillain-Barré, una enfermedad autoinmune cuyos síntomas son: fiebre alta, gran fatiga, dolores abdominales y parálisis de los miembros. Añadió que pudo ser embalsamado vivo porque sus médicos lo habrían creído muerto sin tomarle el pulso al paciente.



LAS DISPUTAS SUCESORIAS

Alejandro no tenía ningún heredero legítimo. Su medio hermano Filipo Arrideo era deficiente, su hijo Alejandro nacería tras su muerte, y su otro hijo Heracles, cuya paternidad está cuestionada, era de una concubina. Debido a ello la cuestión sucesoria era de vital importancia.

Tragedia familiar

Todos sus familiares y herederos, tanto su madre Olimpia, su esposa Roxana, su hijo Alejandro, su amante Barsine y su hijo Heracles, fueron mandados asesinar por Casandro, lo que llevó a la extinción de la dinastía Argéada.

Las guerras de los diádocos

Se da el nombre de diádoco a los pretendientes de la herencia del imperio que dejó Alejandro Magno. La mayoría de los historiadores creen que si Alejandro hubiera tenido la intención de elegir a uno de sus generales obviamente habría elegido a Crátero porque era el comandante de la parte más grande del ejército, la infantería, porque había demostrado ser un excelente estratega, y porque tenía las cualidades del macedonio ideal. Pero Crátero no estaba presente, y los otros pudieron haber elegido oír Krat'eroi, ‘el más fuerte’. Fuera cual fuese su respuesta, Crátero no parecía ansiar el cargo. Entonces, el imperio se dividió entre sus sucesores (los diádocos).
A pesar de los intentos de mantener unificado el Imperio macedónico, este acabaría por dividirse en varios reinos independientes que fundaron sus dinastías.

● Dinastía Tolemaica: Tolomeo se convirtió desde un primer momento en gobernante de Egipto y se mantuvo aislado y estable desde el principio.

● Dinastía Antigónida: con centro en Macedonia y con el hijo de Antígono Monoftalmos, Demetrio como rey; esta dinastía conquistó su reino a Casandro y ocupó también Grecia.

● Dinastía Seléucida: Con base en Mesopotamia y Siria, Seleuco dominó después un territorio más amplio, ya que se adueñó de Asia, que estaba en poder de Antígono.

● Lisímaco obtuvo Tracia y Asia Menor pero no logró fundar una dinastía propia ni consolidar sus dominios.

Testamento

En su lecho de muerte, sus generales le preguntaron a quién legaría su reino. Se debate mucho lo que Alejandro respondió: algunos creen que dijo Krat'eroi (‘al más fuerte’) y otros que dijo Krater'oi (‘a Crátero’). Esto es posible porque la pronunciación griega de ‘el más fuerte’ y ‘Crátero’ difieren solo por la posición de la sílaba acentuada. Algunos autores clásicos, como Diodoro, relatan que Alejandro dio detalladas instrucciones por escrito a Crátero poco antes de su muerte. Aunque Crátero ya había empezado a cumplir órdenes de Alejandro, como la construcción de una flota en Cilicia para realizar una expedición contra Cartago, los sucesores de Alejandro decidieron no llevarlas a cabo, basándose en que eran poco prácticas y extravagantes. El testamento, descrito en el libro XVIII de Diodoro, pedía expandir el imperio por el sur y el oeste del Mediterráneo, hacer construcciones monumentales y mezclar las razas occidentales y orientales. Sus puntos más interesantes fueron:

● Completar el monumento funerario en honor a Hefestión;

● Construir «mil barcos de guerra, más grandes que los trirremes, en Fenicia, Siria, Cilicia y Chipre para la campaña contra los cartagineses y aquellos que viven por la costa de Libia e Iberia y las regiones costeras que se extienden hasta Sicilia»;

● Construir una carretera desde el norte de África hasta las columnas de Heracles, con puertos y astilleros alrededor;

● Erigir grandes templos en Delos, Delfos, Dodona, Dión, Anfípolis, Cirno e Ilión;

● Construir una tumba monumental «que rivalice con las pirámides de Egipto» para su padre Filipo;

● Establecer ciudades y «llevar poblaciones de Asia a Europa y también en la dirección opuesta de Europa a Asia, para traer unidad y amistad al continente más extenso a través de enlaces matrimoniales y la unión familiar».



Tumba

Alejandro falleció en el año 323 a.C, y su cuerpo fue trasladado en el año 321 a.C. Los restos iban a ser trasladados a su Macedonia natal, en Grecia. Existe un gran misterio de cómo ocurrió el desvío del mismo, ya que fue trasladado a Alejandría, Egipto, donde permaneció al menos hasta comienzos de la Edad Media. En el hecho se implicó directamente a su amigo personal y comandante, y nuevo regente de Egipto, Ptolomeo, fundador de las dinastías helenísticas. Lo que ha sucedido con su tumba desde la ocupación romana es todo un misterio. Los emperadores romanos robaron objetos de Magno, como su coraza, su capa, incluso flagelándolo.

El cuerpo de Alejandro se colocó en un sarcófago antropomorfo de oro, que se puso a su vez en otro ataúd de oro y se cubrió con una capa púrpura. Pusieron este ataúd junto con su armadura en un carruaje dorado que tenía un techo abovedado soportado por peristilos jónicos. La decoración del carruaje era muy lujosa y fue descrita por Diodoro con gran detalle. Mary Renault resume sus palabras:
El féretro era de oro y el cuerpo que contenía estaba cubierto de especias preciosas. Los cubría un paño mortuorio púrpura bordado en oro, sobre el cual se exponía la panoplia de Alejandro. Encima, se construyó un templo dorado. Columnas jónicas de oro, entrelazadas con acanto, sustentaban un techo abovedado de escamas de oro incrustadas de joyas y coronado por una relumbrante corona de olivo en oro que bajo el sol llameaba como los relámpagos. En cada esquina se alzaba una Victoria, también en noble metal, que sostenía un trofeo. La cornisa de oro de abajo estaba grabada en relieve con testas de íbice de las que pendían anillas doradas que sustentaban una guirnalda brillante y policroma. En los extremos tenía borlas y de estas pendían grandes campanas de timbre diáfano y resonante. Bajo la cornisa habían pintado un friso. En el primer panel, Alejandro aparecía en un carro de gala, «con un cetro realmente espléndido en las manos», acompañado de guardaespaldas macedonios y persas. El segundo representaba un desfile de elefantes indios de guerra; el tercero, a la caballería en orden de combate, y el último, a la flota. Los espacios entre las columnas estaban cubiertos por una malla dorada que protegía del sol y de la lluvia el sarcófago tapizado, pero no obstruía la mirada de los visitantes. Disponía de una entrada guardada por leones de oro. Los ejes de las ruedas doradas acababan en cabezas de león cuyos dientes sostenían lanzas. Algo habían inventado para proteger la carga de los golpes. La estructura era acarreada por sesenta y cuatro mulas que, en tiros de cuatro, estaban uncidas a cuatro yugos; cada mula contaba con una corona dorada, un cascabel de oro colgado de cada quijada y un collar incrustado de gemas.
Renault (2013, p. 2)



Según una leyenda, se conservó el cadáver de Alejandro en un recipiente de arcilla lleno de miel (que puede actuar como conservante) e introducido en un ataúd de cristal. Claudio Eliano cuenta que Ptolomeo robó el cuerpo mientras lo llevaban a Macedonia y lo llevó a Alejandría, donde se mostró hasta la Antigüedad Tardía. Ptolomeo IX, uno de los últimos sucesores de Ptolomeo I, reemplazó el sarcófago de Alejandro por uno de cristal y fundió el oro del original para acuñar monedas y saldar deudas, que surgieron durante su reinado. Los ciudadanos de Alejandría se mostraron horrorizados por esto y poco después Ptolomeo IX fue asesinado.

El denominado «Sarcófago de Alejandro Magno» (Museo Arqueológico de Estambul).
Luego que Roma ocupara Egipto definitivamente en el año 29 a. C., la tumba de Alejandro ha sido saqueada, y el propio cuerpo de Magno flagelado por los mismos emperadores romanos. El emperador Octavio Augusto rompió la nariz de Alejandro. Luego Pompeyo el Grande robó su capa. Se dice que el emperador romano Calígula saqueó la tumba, robando la coraza de Alejandro para ponérsela. Alrededor del 200 d. C., el emperador Septimio Severo cerró la tumba de Alejandro al público. Su hijo y sucesor, Caracalla, admiraba mucho a Alejandro y visitó la tumba durante su reinado. Tras esto, los detalles sobre el destino de la tumba son confusos.

Ahora se piensa que el llamado «Sarcófago de Alejandro», descubierto cerca de Sidón y ahora situado en el Museo Arqueológico de Estambul, pertenecía en realidad a Abdalónimo, a quien Hefestión nombró rey de Sidón por orden de Alejandro. El sarcófago muestra a Alejandro y a sus compañeros cazando y luchando contra los persas.
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Fin de la Octava Parte (8H)

Fuentes: Wikipedia, Afm Elierf

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