viernes, 22 de noviembre de 2019

(12B) Aníbal Barca: Parte II


SEGUNDA GUERRA PÚNICA
Preparativos    

Después de que los cartagineses asediaran y destruyeron Sagunto, los romanos decidieron contraatacar en dos frentes: África del Norte e Hispania, partiendo desde Sicilia, isla que les sirvió de base de operaciones. No obstante, Aníbal trastocó los planes de los romanos con una estrategia inesperada: quería llevar la guerra al corazón de Italia, marchando rápidamente a través de Hispania y del sur de la Galia.​ Consciente de que su flota era muy inferior a la de los romanos, Aníbal decidió no atacar por mar, sino que eligió una ruta terrestre mucho más dura y larga pero más interesante tácticamente, pues le permitió reclutar a muchos soldados mercenarios o aliados procedentes de los pueblos celtas dispuestos a combatir a los romanos. Antes de su partida, Aníbal distribuyó hábilmente sus efectivos y envió a África del Norte varios contingentes de íberos, mientras que ordenó a los soldados libio-fenicios que garantizaran la seguridad de las posesiones de Cartago en Hispania.

Los oretanos levantados en armas contra los cartagineses, acuerdan la paz entregando la mano de la princesa de Cástulo, Himilce, que acaba casando con Aníbal, trasladándose ésta a Cartagena y permaneciendo allí durante las campañas de su marido y hasta su muerte.

Aníbal no partió de Cartagena hasta finales de la primavera del 218 a. C. El general puso en marcha al ejército y envió representantes para negociar su paso a través de los Pirineos y trabar alianzas con los pueblos que se asentaban a lo largo de su trayecto. Según Tito Livio, Aníbal atravesó el Ebro con 90.000 infantes y 12.000 caballeros, y dejó un destacamento de 10.000 infantes y 1.000 caballeros para que defendieran Hispania, a los que se sumaron 11.000 iberos que se mostraron reticentes a abandonar su territorio. Tras su paso por los Pirineos, disponía de 70.000 infantes y 10.000 caballeros. Según otras fuentes, Aníbal llegó a la Galia a la cabeza de 40.000 infantes y 12.000 caballeros. Es complicado establecer la aproximación de sus efectivos reales. Ciertas estimaciones creen que encabezaba una fuerza de 80.000 hombres. A su llegada a Italia, parece que estaba a la cabeza, según las fuentes, de entre 20.000 y 50.000 infantes y de entre 6.000 y 9.000 jinetes. Por otro lado, en varias ocasiones, o como mínimo, al principio de la guerra, Cartago envió refuerzos a Aníbal. Además, a su ejército se sumaron muchos soldados procedentes de tribus. Cerca de 40.000 galos se unieron al ejército cartaginés durante la guerra.




En su ejército, Aníbal contaba con un poderoso contingente de elefantes de guerra, animales que representaban un importante papel en los ejércitos de la época y que los romanos conocían bien por haberse enfrentado a ellos cuando formaban parte de las tropas del rey de Epiro, Pirro I. En realidad, los 38 elefantes del ejército de Aníbal son una cifra insignificante comparada con los ejércitos de la época helenística. De hecho, la mayoría murieron durante el viaje a través de los Alpes o víctimas de la humedad de las marismas etruscas. La única bestia que sobrevivió fue empleada como montura por el propio Aníbal. En efecto, Aníbal perdió su ojo derecho​ durante una batalla menor y utilizó este medio de transporte para no entrar en contacto con el agua. Según otros historiadores, Aníbal sufrió una oftalmía que le dejó tuerto.

VIAJE A ITALIA

Aníbal penetró en la Galia evitando cuidadosamente atacar las ciudades griegas erigidas en lo que hoy es Cataluña. Se piensa que, tras franquear los Pirineos a través de la actual comarca de la Cerdaña y establecer su campamento cerca de la ciudad de Illibéris —la actual Elne, próxima a Perpiñán—, siguió avanzando sin problemas hasta llegar al Ródano, donde apareció en septiembre antes de que los romanos pudieran impedirle el paso a la cabeza de 38.000 infantes, 8.000 caballeros y 37 elefantes de guerra.

Tras evitar las poblaciones locales, que trataron de detener su avance, Aníbal se vio obligado a escapar de una compañía romana que venía desde la costa mediterránea remontando el Valle del Ródano (Francia). El hecho de que los romanos vinieran de conquistar la Galia Cisalpina dio esperanzas a Aníbal de que sería capaz de encontrar aliados entre los galos del norte de Italia.

TRAVESÍA DE LOS ALPES
Hipótesis de la ruta




El itinerario emprendido por Aníbal ha sido objeto de diversas polémicas. En octubre del 218 a.C., los Alpes podían ser franqueados por el puerto del Pequeño San Bernardo, por el de Mont Cenis o también por el de Montgenèvre. Ciertos autores defienden que Aníbal atravesó el Puerto de Clapier​ o, más al sur, el Puerto de Larche.

Los datos facilitados por Polibio y Tito Livio son muy imprecisos. Además, no existen restos arqueológicos que proporcionen alguna prueba irrefutable de la ruta de Aníbal. Todas las hipótesis formuladas por expertos y también por autores de gran imaginación, están basadas en los textos de Polibio y Tito Livio (se han escrito ya casi mil libros sobre el tema).

Una de las opiniones más aceptadas es la que localiza el puerto de montaña que franqueó Aníbal junto a la Llanura Padana. Sin duda, Aníbal alentaría a sus hambrientos y desmoralizados soldados con la perspectiva de encontrarse pronto con el Po. En los Alpes Septentrionales, Montgenèvre y Gran San Bernardo, solo el Puerto de Savine-Coche y el Puerto de Larche avalan esta opinión. No obstante, los partidarios del paso por el puerto del Pequeño San Bernardo cuestionan el sentido de este pasaje de Polibio:

"Los soldados, consternados por el recuerdo del dolor que habían sufrido, y sin saber a qué deberían enfrentarse cuando siguieran avanzando, parecieron perder el coraje. Aníbal los reunió, y, como desde la cima de los Alpes, que parecían ser la entrada a la ciudadela de Italia, se divisaban las vastas llanuras que regaba el Po con sus aguas, Aníbal se sirvió de este bello espectáculo, único recurso que le quedaba, para quitar el miedo a los soldados. Al mismo tiempo, les señaló con el dedo el punto donde estaba situada Roma, y les recordó que gozaban de la buena voluntad de los pueblos que habitaban el país que tenían ante sus ojos."

Este episodio ha sido representado en numerosos cuadros y dibujos, uno de ellos de Francisco de Goya. Los partidarios del Pequeño San Bernardo afirman que las nieblas que se elevan a menudo en la llanura del Po impiden verla. Sin embargo, esta planicie ha sido vista y fotografiada numerosas veces. Figura un ejemplo en el sitio de Patrick Hunt, profesor de arqueología de la Universidad de Stanford, consagrado a la búsqueda del puerto por el que Aníbal habría pasado a Italia. Considera que el puerto de Clapier es el único que concuerda perfectamente con los textos antiguos. Polibio proporciona otro dato muy importante:

"Aníbal llegó a Italia con el ejército citado antes, acampó a los pies de los Alpes, para que descansaran sus tropas [...] procuró, en primer lugar, contratar a los pueblos del territorio de Turín, pueblos situados al pie de los Alpes."



En los Alpes Septentrionales, solo el puerto de Clapier satisfaría estas dos condiciones: vista sobre la planicie del Po y de la población de los turineses. Desde que el coronel Perrin lo afirmó en 1883, numerosos autores se sumaron a esta tesis. La única excepción notable es la tesis de Sir Gavin de Beer (publicada en 1955), la cual propone el puerto de la Traversette en los Alpes meridionales, cerca del Monte Viso (Alpes Cocios). La ruta no atravesaba el territorio de los alóbroges y su hipótesis ha sido discutida con vehemencia, pero es aceptada en Inglaterra y cuenta en su favor con el descubrimiento, en 2016, de copiosos restos de antiguos excrementos con una gran cantidad de bacterias Clostridia, asociadas con el estiércol de caballo, signos de gusanos parasitarios de los equinos y la evidencia de que el suelo había sido intensamente pisoteado por lo que podría haber sido un gran número de caballos en torno a un abrevadero natural.

Por último, hay que decir que era habitual en los historiadores antiguos imaginar discursos verosímiles atribuidos a los personajes históricos, por lo que no hay ninguna razón para creer en la absoluta autenticidad de esta escena, y en el gesto de orador que la acompaña. Ya que es posible que el episodio relatado sea una «amable» imagen de Épinal, la comparación de los diversos caminos factibles no puede conducir a una conclusión definitiva.

Según las fuentes, Aníbal perdió, en esta travesía, entre 3000 y 20 000 hombres. Los supervivientes que llegaron a Italia estaban hambrientos y muertos de frío.

Fuera cual fuese el paso elegido, la travesía de los Alpes ha sido la opción táctica más destacada en la Antigüedad. Aníbal logró atravesar las montañas a pesar de los obstáculos que planteaban el clima, el terreno, los ataques de las poblaciones locales, y la dificultad de dirigir a un ejército compuesto por soldados de distintas etnias y que hablaban en diversas lenguas.

Otra razón que hace su travesía importante es estratégica. Roma era una potencia continental y Cartago una potencia marítima. Parecía obvio que la flota cartaginesa podría atacar y desembarcar hombres en cualquier punto del sur de la península itálica o Sicilia, teniendo recursos suficientes para evitar buscar un cruce por los Alpes. Sin embargo, Aníbal atacó por tierra en abierto desafío y sorpresa para las tropas romanas. Su repentina aparición en el valle del Po después de la travesía de la Galia y el paso de los Alpes le permitió romper la forzada paz de alguna de las tribus locales con Roma, antes de que esta pudiera reaccionar contra la rebelión. La difícil marcha de Aníbal le condujo a territorio romano y a oponerse a las tentativas de sus enemigos de resolver el conflicto staban preparándose para enfrentarse a él en la península ibérica. Tras fallar Escipión en su intento de interceptarlo junto al Ródano, despachó a Hispania a su hermano Cneo con la mayor parte de su ejército consular mientras que él con un destacamento reducido, se dirigió a Pisa (Etruria), desembarcando allí y de los pretores en la GaliaManlio Vulsón y Cayo Atilio Serrano. Las decisiones y movimientos rápidos le permitieron llegar a Placentia a tiempo para alcanzar a Aníbal.



Tras completar el cruce de la cordillera alpina con las tropas diezmadas, y después de haber logrado someter a la tribu de los Taurinos, Aníbal y su ejército avanzaron hacia el Este y se encontraron con el ejército romano de la Galia junto al río Tesino. La batalla del Ticino, una simple escaramuza entre la caballería romana liderada por el cónsul Publio Cornelio Escipión y la caballería cartaginesa, puso de manifiesto por primera vez en suelo itálico las cualidades militares de Aníbal. El general púnico empleó a su caballería ligera, los númidas, para flanquear a las fuerzas romanas, mientras su caballería pesada hispana chocaba frontalmente contra los jinetes galos aliados de los romanos, los vélites y el resto de caballería italo-romana. El cónsul fue herido y salvado por un esclavo de origen ligur, aunque según otras fuentes su salvador fue su hijo de diecisiete años, Escipión, que posteriormente recibiría el sobrenombre de «el Africano» por la victoria decisiva sobre Aníbal en Zama. Tras retirarse a su campamento, los romanos abandonaron el área del Ticino y acamparon en las cercanías del río Po junto a la colonia de Placentia, en Emilia-Romaña. Gracias a la superioridad de su caballería, Aníbal había obligado a los romanos a evacuar la llanura de Lombardía más segura, situada al sur que Aníbal estaba decidido a seguir avanzando sobre Roma, Cneo Servilio Gémino y Cayo Flaminio Nepote, los nuevos cónsules, movilizaron a sus ejércitos a fin de bloquear las rutas del este y del oeste, las cuales podían ser tomadas por Aníbal para marchar sobre Roma. La otra ruta que atravesaba Italia central se encontraba en la desembocadura del Arno. Este itinerario pasaba por una gran marisma que estaba sumergida más de lo habitual en ese período del año y, aunque Aníbal sabía que esta ruta era la más complicada, también era consciente de que constituía la vía más segura y más rápida hacia el centro de Italia. Como el historiador Polibio indica, los hombres de Aníbal marcharon cuatro días y tres noches sobre «una ruta que estaba bajo las aguas» y sufrieron una terrible fatiga acusada además por la falta de sueño.



El general atravesó los Apeninos y el Arno, presuntamente invadeable, sin oposición. No obstante, en los pantanos que había en las llanuras, Aníbal perdió gran parte de sus fuerzas y, al parecer, a sus últimos elefantes. A su llegada a Etruria (la actual Toscana), Aníbal decidió atraer al ejército principal romano, mandado por Flaminio, a una batalla campal, devastando ante sus propios ojos el territorio que se suponía debía proteger. Tal y como Polibio escribe:

Él (Aníbal) calculó que si rodeaba el campo e irrumpía en el territorio de más allá, Tito Quincio Flaminio (en parte por temor a los reproches populares y en parte a causa de su propia irritación) sería incapaz de soportar pasivamente la devastación del país, y le seguiría espontáneamente... ofreciéndole así ocasiones para atacarle.

Al mismo tiempo, Aníbal intentaba romper los lazos de Roma con sus aliados, mostrándoles que Flaminio era incapaz de protegerles. A pesar de ello, Flaminio permaneció en Arretium sin mover un dedo. Incapaz de arrastrar a Flaminio a una batalla, Aníbal decidió marchar con fuerza contra el flanco izquierdo de su adversario, bloqueando su retirada a Roma. Esta maniobra se reconoce como el primer movimiento envolvente de la historia.

Aníbal emprendió posteriormente la persecución de Flaminio, a través de las colinas de Etruria. El 21 de junio, le sorprendió en un desfiladero en la ribera del Lago Trasimeno. En la batalla que se produjo, Aníbal destruyó completamente su ejército entre la colina y el lago. 15.000 romanos murieron y 10.000 más fueron apresados. Un grupo de 5.000 que pudo abrirse paso entre las líneas cartaginesas, fue finalmente rodeado en una colina vecina por la caballería púnica mandada por Maharbal y aceptó rendirse a cambio de su libertad. Aníbal no reconoció a su subordinado autoridad para tomar tal decisión e igualmente dejó como prisioneros a estos últimos rendidos. 
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Fin de la Segunda Parte

Fuentes: Wikipedia, Afm Elierf

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