viernes, 22 de noviembre de 2019

(13B) Escipión el Africano: Parte II


LA CAMPAÑA DE HISPANIA

Al llegar a Hispania, los romanos controlaban otra vez solo la costa nororiental, desde los Pirineos hasta el Iberus. Además, el ejército estaba desmoralizado por las derrotas y en clara inferioridad numérica frente al ejército de Asdrúbal Barca y sus aliados celtíberos.
Aunque tenía órdenes de permanecer a la defensiva, las desobedeció y preparó la invasión de la Iberia cartaginesa. Ordenó que la flota romana cargase con el equipo y las provisiones, mientras sus soldados avanzaban rápidamente por la costa. Se dice que recorrió con todo el ejército, en una semana, el territorio comprendido entre sus bases de la costa nororiental y la capital cartaginesa en Hispania, Carthago Nova (en púnico Qart Hadast), la actual Cartagena.
El ejército cartaginés, que desconocía la marcha de Escipión hacia su capital y se hallaba en bases muy alejadas, fue incapaz de llegar a tiempo para evitar el sitio. Carthago Nova cayó en 209 a. C. tras un brevísimo episodio. Las tropas de Escipión atacaron por tres puntos: el istmo que unía la ciudad con tierra, por mar y por la laguna del norte de la ciudad, que estaba descubierta de defensores. Escipión, dando muestras de una magnanimidad y moderación impropias de su época, prohibió el saqueo de la ciudad y respetó la vida de sus ciudadanos; respetando también la vida de Magón, comandante de la guarnición de Cartago Nova.

Muchos historiadores consideran la caída de Carthago Nova como el punto de inflexión de la segunda guerra púnica. No en vano Cartago no solo había perdido su capital en Hispania, su principal base naval, sino también sus minas de plata, gran cantidad de víveres y armas almacenadas e incluso a los prisioneros y rehenes con los que se aseguraban la lealtad de los pueblos sometidos.
Escipión regresó a Tarraco sin ser molestado, donde permaneció durante el resto del año, ya que sus fuerzas no eran lo suficientemente numerosas para enfrentarse al enemigo en el campo de batalla, y estaba ansioso por fortalecer alianzas con los jefes hispanos.
En esto tuvo más éxito de lo que se podía haber anticipado. La captura de Carthago Nova, así como su popularidad personal, llevó a que muchas de las tribus hispanas desertaran de la causa cartaginesa, y cuando retomó las acciones en el año siguiente, 209 a. C., Indíbil y Mandonio, dos de los más poderosos y hasta ahora más fieles partidarios de Cartago, abandonaron el campamento de Asdrúbal y esperaron la llegada de Escipión.



Reforzado con sus nuevos aliados, el ejército romano avanzaba con rapidez por el sur. En el año 208 a. C. se enfrentaron en Hispania Asdrúbal y Escipión en la batalla de Baecula, que terminó con la victoria de los romanos. Sin embargo, el cartaginés logró escapar con parte de sus tropas y marchó por la Meseta, logrando pasar los Pirineos hacia Italia para encontrarse con su hermano Aníbal, aunque antes de conseguirlo fue derrotado por los dos ejércitos consulares, tras una emboscada, en la batalla del Metauro (207 a. C.), donde fue muerto.

Al año siguiente, el propretor Marco Silvano derrotó a Magón en Celtiberia, con lo cual este último marchó al sur del país y se unió a Asdrúbal, el hijo de Giscón, en la Bética.
Escipión aprovechó para realizar la conquista del valle del Guadalquivir, llamado Baetis en época romana. En 206 a. C. se produjo la última gran batalla en suelo hispano, enfrentándose cartagineses y romanos en la batalla de Ilipa, cerca de Hispalis. Escipión volvió a triunfar, y el ejército cartaginés quedó definitivamente destruido. Las últimas bases de Cartago en Hispania caían rápidamente. La última ciudad púnica en Hispania, Gadir (la actual Cádiz), se rindió ese mismo año. Durante la campaña, Escipión asentó a sus heridos y veteranos en una ciudad turdetana preexistente, a la que llamó Itálica, bajo y junto al actual Santiponce, unos kilómetros al norte de Hispalis, la moderna Sevilla.
Tras estas hazañas Publio Cornelio Escipión volvió a Italia.



LOS PLANES DE ESCIPIÓN

La subyugación de Hispania era considerada por Escipión, solo como un medio para un fin. Parece que desde algún tiempo se había formado la idea del proyecto de trasladar la guerra a África, y así obligar a los cartagineses a llamar a Aníbal de Italia.
Por lo tanto, resuelve, antes de regresar a Roma, cruzar a África, y asegurar, si es posible, la amistad y la cooperación de algunos de sus príncipes indígenas. Su influencia personal ya se había asegurado la adhesión de Masinisa, que servía en el ejército cartaginés de Hispania, pero cuya deserción de sus antiguos aliados era por el momento un secreto, y confía en que su mismo ascendiente personal servirá para ganar el apoyo del todavía más poderoso Sifax, el rey de la tribu de los númidas masesilos.
Con solamente dos quinquerremes se aventuró a salir de su provincia, y llegar a la corte de Sifax. Allí se encontró con su antiguo adversario, Asdrúbal, el hijo de Giscón, que había pasado de Gades con el mismo fin.

Lelio, quien acompañaba a su amigo, relataba a Polibio que Escipión causó una gran impresión en Sifax, y que este último llegó incluso a la conclusión de un tratado de alianza con el procónsul romano; pero la verdad parece ser que el general cartaginés tuvo más éxito que el romano; un éxito, sin embargo, que fue en gran parte debido a los encantos de su hija Sofonisba, a quien dio en matrimonio al rey de los númidas.
Escipión, a su vuelta a Hispania fue sorprendido por una formidable insurrección contra el poder romano que había estallado entre muchos de los hispanos. Magón, quien se encontraba todavía en Gades, no había tenido dificultades para instigar la revuelta. La insurrección, sin embargo, acabó pronto; y se infligió una terrible venganza sobre la ciudad de Illiturgi, que había tomado parte principal en la revuelta.

Apenas este peligro desapareció, Escipión fue presa de una grave enfermedad. Ocho mil de los soldados romanos, descontentos por no haber recibido su salario habitual, y ante impedimento de saquear los pueblos, se aprovecharon de esta oportunidad para iniciar un motín, pero Escipión se recuperó a tiempo para sofocarlo.
Posteriormente aplastó a los últimos restos de la insurrección en Hispania. Magón había abandonado Hispania y cruzado a Liguria para intentar ayudar a su hermano Aníbal, por lo que ya no había más enemigos en Hispania. Escipión en consecuencia, entregó el ejército romano, en el año 206 a. C., a los procónsules L. Léntulo y L. Manlio Acidino, que habían sido nombrado como sus sucesores, y regresó a Roma en el mismo año.

ESCIPIÓN EN ITALIA

La situación en la República romana había cambiado profundamente durante su ausencia. Aníbal no sólo no había vuelto a derrotar a las legiones, sino que había perdido casi todos sus apoyos: las principales bases rebeldes (Capua, Tarento, Siracusa, etc.) habían caído y sus habitantes reducidos a la esclavitud. Asdrúbal, cuyo ejército había cruzado los Alpes y se preparaba para reunirse con Aníbal, fue derrotado por los romanos en la batalla del Metauro, en 207 a. C.
De nuevo en Roma, Escipión se convirtió en candidato al consulado, y fue elegido para el año siguiente (205 a.C.) por el voto unánime de todas las centurias, a pesar de que aún no había ejercido el cargo de pretor, y sólo tenía treinta años de edad. Su colega fue Publio Licinio Craso Dives, que era Pontifex Maximus, y no podía, por tanto, salir de Italia.



En consecuencia, si la guerra iba a continuar en el extranjero, la realización de la misma debía necesariamente recaer sobre Escipión. Su objetivo era preparar un ejército con el que desembarcar en África, amenazando a Cartago en su propio territorio y forzando así la marcha de Aníbal de Italia, pero los más antiguos miembros del Senado, y entre ellos Quinto Fabio Máximo, se opusieron a este proyecto, en parte por considerarlo arriesgado y en parte por celos al joven cónsul.

Todo lo que pudo obtener Escipión fue la provincia de Sicilia, con permiso para cruzar a África, si era en beneficio de la República, pero el Senado se negó resueltamente a darle un ejército, con lo que la autorización concedida a regañadientes carecía de utilidad práctica. Pero los aliados tenían una visión más real de los intereses de Italia que el Senado romano: lo que éste, cegado por sus miedos y sus celos, le negaba, los aliados italianos generosamente se lo concedieron, y en todas las ciudades de Italia se reunieron voluntarios para unirse al joven héroe, y para poder someter a Cartago sin la ayuda del gobierno romano.
El Senado no podía negarse a permitirle alistar voluntarios, y tal era el entusiasmo en su favor, que él fue capaz de cruzar a Sicilia con un ejército y una flota contra las expectativas e incluso los deseos del Senado.



A pesar de que no tenía mando en Bruttii, asistió a la reducción de Locri, y después de la conquista de la ciudad, dejó a su legado, Q. Pleminius, al mando del lugar. Este último fue culpable de tales excesos contra los habitantes, que estos enviaron una embajada al senado romano para quejarse de su conducta. En el curso de la investigación se alegó que Escipión había permitido que Pleminius continuara en el mando después de haber sido plenamente informado de la mala conducta de su lugarteniente, y entonces Quinto Fabio Máximo y sus otros enemigos aprovecharon la oportunidad para arremeter contra la conducta de Escipión, y presionar para su retiro inmediato.

Aunque el Senado prestó oídos a estos ataques, no se atrevió a la revocación inmediata, pero envió una comisión a Sicilia para investigar el estado del ejército y, si los cargos en su contra eran fundados, que le ordenara volver a Roma. Los comisionados llegaron a Sicilia a principios del año 204 a. C.Durante el invierno Escipión había estado ocupado en la realización de sus preparativos, y en ese momento su ejército y la marina estaban en el estado más eficiente. Los comisionados se admiraron de lo que vieron. En lugar de ordenar su regreso a Roma, le pidieron que cruzara a África lo antes posible.
Entre los legados que lo acompañaron en la expedición africana se encontraba Marco Marcio Rala, pretor urbano aquel año.
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Fin de la Segunda Parte

Fuentes: Wikypedia, Afm Elierf

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